Desde que entras en la carrera de Medicina tienes una pequeña vocecita al final de tu cabeza que te dice que algún día tendrás que enfrentarte a ese tan temido momento, pero realmente no le haces mucho caso porque siempre piensas que queda mucho tiempo. Pero el tiempo pasa, y te plantas sin comerlo ni beberlo en el mes de mayo de sexto, último mes en el que serás universitario. Y esa voz se hace más fuerte y te dice "quilla, esto se ha acabado...".
Es como una fecha de caducidad. Trazas una línea a partir de la cual todo futuro te parece negro, como si se acercara un abismo insalvable. Y que exagerados somos los andaluces y los médicos, sí, pero que miedo que da. Empezar ese estudio del que dependerá probablemente todo tu futuro (al menos el laboral) y en el que te lo jugarás todo a una sola carta en el examen de finales de enero de 2016.
¿Pero sabéis qué? Ya os lo he dicho nada más empezar. Quedan dos meses aún. Dos meses en los que tienes la sensación de que tienes que vivirlos al límite. Me recuerda un poco al fin de la Erasmus, esas ganas de vivir y estirar cada instante como si la vida se te escapara de las manos.
Así que hay que aprovechar el momento. Salir a la calle para tomarte al solecillo esa cervecita que sabes que no podrás tomarte en unos meses, darte los caprichos que quieras y, sobre todo, vivir como se merece el final de la que dicen que es la mejor etapa de tu vida, la universitaria. ¿Y la verdad? Todo pasa. Y en dos días estoy aquí escribiéndoos acerca del nerviosismo del examen o de la elección de plaza. O eso espero.
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