No se ya ni cuántas veces me he quedado mirando esta página en blanco con ganas de escribir. Nada en concreto, como hoy, simplemente contaros las mil y una cosas que me pasan por la cabeza, quizás porque como dicen algunos descargas la conciencia, esos pensamientos que te atormentan a diario justo en ese momento más débil del día, al meterte en la cama para dormir.
Muchos me animáis a que escriba. Algunos me decís que lo hago bien, aunque teniendo en cuenta que casi ni releo lo que escribo lo más probable es que sea vuestro cariño y las ganas de darme ánimos más que otra cosa. Pero a veces me da miedo escribir, me da miedo decir lo que pienso y cómo me siento porque en esta vida no todo el monte es orégano y uno no siempre está con los ánimos arriba. Y eso no significa que estés deprimido o que te vayas a cortar las venas. Ni siquiera que no seas feliz. Simplemente que eres humano y que, de vez en cuando, tienes uno de esos días.
Algunos quizás sabéis que estos últimos meses no han sido la vie en rose precisamente, que llevo un tiempo encerrada en esta cueva y que, aunque esté llegando la primavera, aún me cuesta sacar la cabeza para mirar al sol. He tenido más tiempo que creo que en toda mi vida para pensar, para reflexionar, para preguntarme por qué pasan las cosas y cómo puede ser que, como dice el gran Joaquín Sabina, que los cuentos que yo cuento acaben tan mal.
Por suerte, he estado muy ocupada también estos meses entre las prácticas en el hospital, el trabajo de fin de grado, la academia los fines de semana y los malditos manuales. De vez en cuando consigo algo de tiempo para salir a tomarme una cerveza o para hacer un mini viaje, pero tampoco es que me sobre el tiempo. Y aunque no lo parezca, eso es bueno, es genial tener tantas cosas que hacer que no tengas tiempo ni de sentarte delante de un ordenador a escribir todos tus pensamientos.
¿Conclusiones? Muchas. Tantas que prefiero reservármelas y que las busquéis vosotros mismos, pero sí os diré una cosa. Dejad de autodestruiros, dejad de cagarla una vez tras otra y, por una vez, pensad. Tomaos un segundo para tomar una decisión y, una vez tomada, haced lo posible por realizarla. Aunque suene a topicazo y megacursilada, la felicidad está ahí, al alcance de tu mano, y sólo tu puedes hacer algo por conseguirla. O eso me han dicho siempre.
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